Por Carina Huamaní*
Cuando "¡Bésala, idiota!" llegó a mis manos por primera vez, la asociación Chasqui ya estaba organizando el coloquio literario virtual sobre peruanismos y germanismos en la literatura peruana. Para ello se me pregunta participar en el panel y moderar dicho coloquio. Mis expectativas y perspectivas, como dicho sea de paso licenciada en traducción, estuvieron bastante enfocadas a la forma de escritura, a los recursos lingüísticos que se emplearon y a explorar su riqueza literaria. Lo que encontré fue una lectura llamativa, de fácil entender, de información histórica y actual, llena de giros y expresiones propias del castellano que se habla en Perú (como chamba, vara, tombo, brichero, conchudo, yapa, juerga, etc) y de préstamos lingüísticos del alemán (como anmeldear, Oktoberfest, Kartoffelsalat, FKK, Schatzi)
Otra característica que
inmediatamente llamó mi atención fueron las voces idiosincrásicas que dan a
cada personaje un rasgo singular. El uso de un registro coloquial, popular,
atrevido, intrínseco de la clase sociocultural a la que pertenecen sus
personajes.
Terminé el libro no solo
suspirando, sino también sonriendo y celebrando la valentía del autor de haber
podido plasmar tanto en sus solo 450 páginas.
La segunda vez que leí el libro me quedé con ganas de leer más.
Me explico: Empiezo con el
título. Bésala es un imperativo, acompañado de idiota, un adjetivo más bien
ofensivo. Si bien el título lleva la palabra besar, y en el libro se hace
referencia a muchas “actividades amatorias” del personaje principal no se trata
de ninguna manera de una novela cursi. Fue para mí una gran sorpresa ir
descubriendo el verdadero significado de besar en la novela. Fue para mí darle
un nuevo matiz a algo tan bonito como el acto del ser humano de juntar los
labios. Ahora era un sinónimo de atreverse, disfrutar y armarse de valor en
nuestros pasos por la vida.
Luego la lectura me llevó
a ser partícipe de cada uno de los temas que ya se han mencionado, recordar
pasajes de mi propia vida, mi niñez con los paquetazos, los apagones por el
terrorismo, las reuniones y fiestas familiares, el recojo de basura, los
carnavales en febrero, ingresar a la universidad, luego el hecho de haber
emigrado, conocer la cultura alemana y su forma de vivir con sus "Autobahnes", su
gastronomía, sus centros de reciclaje, sus clichés, haberme enamorado y haber
formado una familia, ser parte de una integración sana y vivir también en un
lugar verde y tranquilo, todo eso hace que definitivamente haya un paralelo y
una identificación con el personaje principal, Fernando Farfán, que me agrada,
que me hace sentir bien, que me hace reir, añorar, agradecer, filosofar y creer
en el destino.
Traduce en los idiomas alemán y español, es docente de español como lengua extranjera y como narradora oral se especializa en literatura infantil.